En las extensiones salvajes de la Reserva de Caza Mashatu de Botswana, se desarrolló un espectáculo conmovedor y alegre, que deleitó tanto a aquellos que tuvieron la suerte de presenciarlo de primera mano como a los entusiastas de la naturaleza de todo el mundo. El fotógrafo local y guía de naturaleza, Aubrey Tseleng, tuvo el privilegio de capturar el encantador momento en el que un grupo de elefantes africanos decidió darse un divertido baño de barro.
Las imágenes muestran una manada de elefantes africanos, majestuosos e impresionantes, vadeando las aguas fangosas de la reserva. Pero lo que hace que esta escena sea realmente encantadora es la participación activa de los miembros más jóvenes de la manada: las crías de elefante. Estos adorables paquidermos, de apenas cuatro meses de edad, se unieron alegremente a la aventura del baño de barro.
Con descarado entusiasmo, las crías de elefante se sumergieron por completo en el pozo de agua, y sus diminutos cuerpos se convirtieron en uno con el barro. Se tumbaron juguetonamente y luego se pusieron de pie de un salto, salpicándose unos a otros con agua fangosa. En las imágenes, los alegres sonidos de su risa elefantina llenan el aire mientras chapotean con despreocupado abandono.
Mientras los dos traviesos compañeros retozaban juntos, sus baúles se convertían en herramientas para jugar. Usaron sus diestras trompas para lanzarse agua entre ellos y a sus compañeros elefantes, creando un espectáculo de pura alegría y camaradería.
El fotógrafo de vida silvestre Mike Dexter, que trabaja para una empresa de safaris y reside en la Reserva Mashatu, tuvo la rara oportunidad de presenciar y capturar este momento encantador. Al guiar a un par de visitantes sudafricanos a través de la reserva, logró acercarse a los grandes elefantes a unos sorprendentes cinco metros.
Mike compartió su emocionante experiencia y dijo: “Había estado esperando pacientemente a los elefantes durante más de dos horas antes de verlos llegar”. Continuó describiendo cómo las travesuras juguetonas de la manada llenaban el aire con ruidos agudos de trompetas mientras se bañaban alegremente en el barro. En un momento dado, un movimiento especialmente entusiasta del maletero provocó una lluvia de barro que empapó el equipo de los dos sudafricanos que lo acompañaban.