Las aves buceadoras como pingüinos, frailecillos y cormoranes pueden ser más propensas a la extinción que las aves no buceadoras, según un nuevo estudio del Centro Milner para la Evolución de la Universidad de Bath. Este estudio destaca la importancia de comprender el impacto del buceo en las características físicas, la tasa de especiación y el riesgo de extinción de las aves acuáticas modernas.
Los investigadores, Joshua Tyler y Jane Younger, descubrieron que el buceo evolucionó de forma independiente 14 veces y que una vez que un grupo desarrolló la capacidad de bucear, la evolución posterior no revirtió este rasgo. Además, el tamaño del cuerpo entre las aves buceadoras había evolucionado de manera diferente según el tipo de buceo que realizaban.
Los buzos con alas, como los pingüinos y los frailecillos, usan sus alas para impulsarse por el agua. Estas aves tienden a tener cuerpos más grandes adaptados para nadar. Del mismo modo, las aves que se sumergen con los pies, como los cormoranes, patean para nadar y también tienen un tamaño corporal más grande. Por el contrario, los llamados «buzos de inmersión», como las gaviotas y los alcatraces, se sumergen verticalmente desde el aire para atrapar a sus presas. Los investigadores encontraron que estas especies tendían a tener un tamaño corporal más limitado, ya que estaban mejor adaptadas para volar que para nadar.
Si bien la investigación no encontró una diferencia significativa en la tasa de especiación de las aves buceadoras frente a las especies que no bucean, también encontraron que muchas aves buceadoras parecían ser más propensas a la extinción que las especies que no bucean. Esto se debe a que las aves buceadoras son altamente especializadas y menos capaces de adaptarse a entornos cambiantes que otras aves. Esto sugiere que las aves buceadoras pueden estar evolucionando hacia un callejón sin salida evolutivo.
Las técnicas utilizadas por los investigadores pueden ayudar a los conservacionistas a predecir qué especies corren mayor riesgo de extinción desde una perspectiva evolutiva. Los conservacionistas pueden usar esta información para desarrollar estrategias que protejan a las aves buceadoras y otras especies que están en riesgo.
Josh Tyler, primer autor del artículo y estudiante de doctorado en el Centro Milner para la Evolución de la Universidad de Bath, dijo: “Nuestro trabajo muestra que, en lugar de ser un proceso aleatorio, hay patrones predecibles en la evolución. Los pingüinos, por ejemplo, están muy adaptados a su entorno. Tienen una forma de cuerpo de torpedo que les ayuda a nadar rápido, pero no vuelan y no pueden moverse tan bien en tierra. Esto significa que no pueden adaptarse fácilmente a otros entornos o tipos de dieta. En contraste, los buzos de inmersión como las gaviotas son más generalistas, comen cualquier cosa, desde pescado hasta empanadas de Cornualles, y descubrimos que están explotando en diversidad”.
El estudio fue financiado por la Universidad de Bath y una beca de Evolution Education Trust.